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miércoles, 28 de enero de 2015

Biografía de Ortega y Gasset.

José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo.


martes, 3 de julio de 2012

José Ortega y Gasset. (1883-1955)


 [im857208835-Ortega%20y%20Gasset%20riendo%20y%20fumando.jpg]                                                                Uno de los filósofos españoles de la primera mitad del siglo XX que más influencia han ejercido en España y fuera de ella. Con un estilo literario, lleno de metáforas y frases ingeniosas, pretendió hacer filosofía en un lenguaje próximo al del Quijote, lo que le permitió llegar al público en general (a un «público culto», suele decirse). Nació en Madrid en 1883 en el seno de una familia acomodada de la alta burguesía madrileña vinculada al periodismo y a la política (un burgués, no obstante, con afanes y tendencias aristocráticas, como puede comprobarse a lo largo de su vida y obra). Su padre, José Ortega Munilla, fue director de El Imparcial, periódico fundado por su abuelo materno, Eduardo Gasset y Artime, y en el que Ortega colaboró intensamente. Su vida está profundamente ligada al periodismo, a la política, a las actividades editoriales, y ocupó un lugar muy destacado en la vida intelectual española durante la primera mitad del siglo XX.
Leer màs sobre la biografìa de Ortega y Gasset  
“Historia como sistema” Madrid, Revista de Occidente, 1958, Cap. I, pág.34 y sgte.
La vida humana es una realidad extraña, de la cual lo primero que  conviene decir es que es la realidad radical, en el sentido de que a ella tenemos que referir todas las demás, ya que las demás realidades, efectivas o presuntas, tienen de uno u otro modo que aparecer en ella.
La nota más trivial, pero a la vez  la más importante de la vida humana, es que el hombre no tiene otro remedio que estar haciendo algo para sostenerse en la existencia. La vida nos es dada, puesto que no nos la damos a nosotros mismos, sino que nos encontramos en ella de pronto y sin saber cómo. Pero la vida que nos es dada no nos es dada hecha, sino que necesitamos hacérnosla nosotros, cada cual la suya. La vida es quehacer. Y lo más grave de estos quehaceres en que la vida consiste no es que sea preciso hacerlos, sino, en cierto modo, lo contrario –quiero decir que nos encontramos siempre forzados a hacer algo, pero no nos encontramos nunca estrictamente forzados a hacer algo determinado, que no nos es impuesto este o el otro quehacer, como le es impuesta al astro su trayectoria o a la piedra su gravitación. Antes que hacer algo, tiene cada hombre que decidir, por su cuenta y riesgo, lo que va a hacer. Pero esta decisión es imposible si el hombre no posee algunas convicciones sobre lo que son las cosas en su derredor, los otros hombres, él mismo. Sólo en vista de ellas puede preferir una acción a otra, puede, en suma, vivir.
De aquí que el hombre tenga que estar siempre en alguna creencia y que la estructura de su vida dependa primordialmente de las creencias en que esté y que los cambios más decisivos en la humanidad sean los cambios de creencias, la intensificación o debilitación de las creencias. El diagnóstico de una existencia humana –de un hombre, de un pueblo, de una época- tiene que comenzar filiando el repertorio de sus convicciones. Son éstas el suelo de nuestra vida. Por eso se dice que en ellas el hombre está. Las creencias son lo que verdaderamente constituye el estado del hombre. Las he llamado “repertorio” para indicar que la pluralidad de creencias en que un hombre, un pueblo, o una época está no posee nunca una articulación plenamente lógica, es decir, que no forma un sistema de ideas, como lo es o aspira a serlo, por ejemplo, una filosofía. Las creencias que coexisten en una vida humana, que la sostienen, impulsan y dirigen son, a veces, incongruentes, contradictorias o, por lo menos, inconexas. Nótese que todas estas calificaciones afectan a las creencias por lo que tienen de ideas. Pero es un error definir la creencia como la idea. La idea agota su papel o consistencia con ser pensada, y un hombre puede pensar cuanto se le antoje y aun muchas cosas contra su antojo. En la mente surgen espontáneamente pensamientos sin nuestra voluntad ni deliberación y sin que produzcan efecto alguno en nuestro comportamiento. La creencia no es, sin más, la idea que se piensa, sino aquella en que además se cree. Y el creer no es ya una operación del mecanismo “intelectual” sino que es una función del viviente como tal, la función de orientar su conducta, su quehacer.







                                                      






























































Ortega y Gasset Jos Historia como sistema pdf
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